Título original: Dark Times in the City.
Año de publicación: 2025.
Editorial: Sajalín Editores.
Traducción: Ana Crespo.
"De camino al centro comercial del barrio, Callaghan pasó por delante de una gasolinera con una tienda que, en otros tiempos, había hecho las veces de bazar para los vecinos. Cuando Callaghan se mudó al piso, la tienda y la gasolinera ya habían cerrado. Las había comprado un promotor inmobiliario con la intención de construir otro bloque de viviendas y reservar la planta baja para comercios. Al estallar la burbuja inmobiliaria, sin embargo, el promotor se había visto obligado a abandonar el proyecto. Y así, los vecinos se habían quedado sin tienda y seguirían sin ella mientras el promotor esperaba a que se produjese otro boom del ladrillo. Entretanto, la gasolinera había ido degenerando. Los surtidores estaban destrozados y el tren de lavado, totalmente descuidado, se había convertido en un escondrijo para adolescentes enamorados necesitados de diez minutos de privacidad frenética".
Cuando se lee un libro de Gene Kerrigan, podemos llegar a percibir que el periodista dublinés va disolviéndose en las páginas del libro, hasta que sólo permanece la pura narración. Sin lecciones morales o extensas disertaciones, tan sólo queda la exposición de una realidad social a través del relato de una historia urbana. El resto del trabajo queda en manos de los lectores, quienes deberán decidir si quieren reflexionar en torno a la obra y extraer sus propias conclusiones tras disfrutar de un hardboiled lleno de muertes por armas de fuego e irlandeses cabreados y en situaciones límite.
Ése ha sido mi sentir al leer "Días sombríos (2025)", tercera novela de ficción de Kerrigan, recién editada y sacada del horno de Sajalín. Con ella, Kerrigan se vuelve a erigir como uno de los nombres imprescindibles en lo que se refiere a noir irlandés. Su primera novela fue "Delincuentes de medio pelo (2005)", y la siguieron tres más. Ahora por fin podemos disfrutar de toda su obra de ficción en el estado español gracias a la editorial barcelonesa.
La trama arranca en un pub de Glencara, con un intento de homicidio frustrado. Danny Callaghan, un joven en libertad condicional, ve cómo dos hombres enmascarados entran en el pub e intentan ejecutar a Walter Bennett, un tipo al que conoció en prisión. Danny interviene por instinto. Responde a un impulso que apenas puede explicar y que lo lleva a preservar la vida de Walter Bennett, el objetivo del ataque en cuestión, aunque éste ni siquiera le caiga bien. Esta decisión irreflexiva, sin embargo, lo colocará en una situación extremadamente delicada y pronto se verá inmerso en una riña entre dos gangsters de Dublín que se disputan el control sobre el narcotráfico local.
"Son los emprendedores de los guetos. Mira a tu alrededor, Colin. Ya no estamos en la isla de los santos y los estudiosos. Este es el país de los emprendedores. Todos quieren ser emprendedores, incluso los psicópatas que controlan el negocio de la droga. Esos tipos son conscientes de la importancia de la cuota de mercado. Y como no pueden recurrir a la justicia para hacer efectivas sus fusiones y absorciones, recurren a las armas...".
Tal vez los mejores diálogos de la novela, sin embargo, los encontramos en las conversaciones que mantienen Bob Tidey, un policía crítico que ya hizo su aparición en "La furia (2011)", y el comisario adjunto Colin O'Keefe. Tidey se muestra escéptico en cuanto a la función que ejerce la Garda Síochána y piensa que la mayor parte de sus esfuerzos van dirigidos a medidas cosméticas que mejoren la imagen del cuerpo, sin abordar el problema del narcotráfico y el crimen de raíz. Siente que el cuerpo de policía exige colaboración por parte de los ciudadanos, pero a la hora de la verdad no les protege. Pero lo que me parece más interesante aún es que percibe el mundo del hampa como una extensión del neoliberalismo y el mundo empresarial. Algo parecido nos dijo David Simon en "The Wire", con esa imagen en la que vemos al detective McNulty cogiendo un libro de Adam Smith de la biblioteca de Stringer Bell. Ambos creadores nos presentan a los gangsters como empresarios, sólo que estos van armados y recurren a métodos ligeramente diferentes.
Una lógica materialista rige la conducta de los personajes de la novela, pues sus acciones y conductas están en gran parte determinadas por sus condiciones materiales y la situación socioeconómica en la que se ven insertos, por lo que no queda mucho margen para la voluntad individual. Así, vemos que Callaghan se ve forzado a realizar actos que le repugnan. Ver a los personajes en situaciones tan extremas contribuye a crear una atmósfera de claustrofobia y a casi compadecerlos pese a que se estén cometiendo barbaridades ante nuestros ojos. Kerrigan huye pues de maniqueísmos y nos presenta a personajes complejos, con muchos grises. Y uno se siente con menos derecho a juzgarlos.
A modo de conclusión, no dejen de leer esta fantástica crook story, narrada y traducida sobria y elegantemente. Sueño con que algún día Guy Ritchie o Martin McDonagh se animen a llevarla a la gran pantalla.
Comentarios
Publicar un comentario