En 1953, Chandler publica una de las obras cumbre de la historia de la novela negra. Se trata de "El largo adiós", sin duda la novela más melancólica y sentimental protagonizada por Philip Marlowe. Para algunos la menos hardboiled, teniendo en cuenta que vemos la parte más vulnerable del duro detective, quién ya se ha convertido en un modelo en el que todos los detectives privados buscan reflejarse. Escuché decir a alguien que si le preguntaran por una novela con la amistad como elemento central escogería ésta. Sin embargo, un año después de la publicación del libro fallecía Cissy Pascal, esposa de Raymond Chandler, tras una larga enfermedad. Tal vez "El largo adiós", en definitiva, trata la dificultad de aceptar la pérdida de un ser querido, ya sea por uno u otro motivo.
La relación de Chandler con Hollywood fue conflictiva. Es sabido que Hitchcock y él no congeniaron durante la elaboración de la primera parte del guión de "Extraños en un tren (1951)". Sin embargo, Philip Marlowe fue llevado a la gran pantalla en varias ocasiones y fue encarnado por Humphrey Bogart en "El sueño eterno (1946)" y por Robert Mitchum en "Adiós, muñeca (1975)". Pero hoy no es el film de Howard Hawks el que nos trae aquí, ni el de Dick Richards.
Se trata de "Un largo adiós (1973)" de Robert Altman, con Elliott Kastner como productor ejecutivo. En un principio, el film iba a estar dirigido por Brian G. Hutton. Ante su negativa, los productores llamaron al viejo Hawks. Éste tampoco aceptó y les dirigió a Peter Bogdanovich, el cual también rechazó el trabajo por estar inmerso en otro proyecto. Robert Altman, quien venía del mundo de la televisión, fue el último de los nombres que se barajó para dirigir la película. Elliott Gould, por otro lado, fue el actor en el que pensaron para interpretar al detective privado desde el primer momento.
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Elliott Gould en "Un largo adiós" |
El resultado es la película más gamberra, irreverente y socarrona que se haya hecho en el universo chandleriano. Una propuesta atrevida que toma el arquetipo de detective estadounidense de los años cuarenta y lo coloca en la década de los setenta, con todo lo que eso implica. Me parece impensable que el Marlowe de Bogart tuviera como vecinas a un grupo de chicas semidesnudas, practicantes del yoga y fumadoras de maría.
Ya en la primera escena se nos presenta a un Philip Marlowe en decadencia, desprovisto de todo romanticismo. Un tipo solitario que duerme con la luz encendida y la ropa puesta es despertado por su gato caprichoso para que le dé de comer. En la cocina no queda la comida preferida del gato, así que el detective lo intenta engañar poniendo otra comida en el envase. No cuela. Marlowe se ve obligado a salir de casa de madrugada para comprar la comida de su gato. El trabajador del supermercado se burla de él y le dice que compre cualquier marca. "Toda esta bazofia es igual...¿Para qué quiero un gato? Yo tengo novia" le vacila el dependiente. En los primeros minutos ya se nos da a entender que Philip Marlowe es un perdedor al que nadie respeta, pero ni siquiera a él le importa.
La ciudad de Los Ángeles se presenta como un escenario de personajes indecentes como el escritor Roger Wade (interpretado por Sterling Hayden, actor muy relacionado con el cine negro), que pasa más tiempo borracho que sobrio y no trata bien a su esposa ni paga sus deudas; el gangster Marty Augustine que no tiene reparos en romper una botella de Coca-Cola contra la cara de su novia; o el propio Terry Lennox que utiliza a sus amigos para sus fines propios. Ante esto, sentimos una simpatía natural hacia Marlowe, y es debido a que él es el más digno de entre todos los que le rodean. Marlowe puede parecer cínico pero tiene un código, cosa que le aporta cierta nobleza. Sin embargo la cámara mira con cierta distancia y cinismo al resto de personajes, en ocasiones poniendo obstáculos entre ella y ellos. Es la distancia que siente Marlowe hacia todos ellos, y nosotros también a través de él. El final catártico del film es impactante y sorprendente, no nos esperamos para nada que Elliott Gould dispare a matar contra alguien y que no sea en legítima defensa. Así se acaba de enterrar la figura del detective íntegro que no se ensucia las manos, y Altman sentencia que el mundo está sucio y todos nos manchamos en él.
La banda sonora original de la película está compuesta por John Williams (Star Wars, Indiana Jones, Tiburón...) y es simplemente genial. A lo largo de la película escucharemos el tema principal en diferentes versiones, como un leitmotiv que acompaña al personaje.
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Jeff Bridges, Steve Buscemi y John Goodman en "El gran Lebowski (1998)". |
Existe otro film que también transcurre en un Los Ángeles excéntrico y demencial. Y así como en "Un largo adiós", se nos presenta a su protagonista en un supermercado. En esta ocasión, "el Nota" no está comprando comida para su gato, sino abriendo un cartón de leche para probarla antes de pagarla con un cheque. No viste traje como Marlowe, sino una bata vieja, sandalias y gafas de sol. El narrador lo describe como el hombre más vago del condado de Los Ángeles. Curiosa la idea de presentar a los personajes en un supermercado, un lugar apropiado para transmitir la vida anónima, carente de éxito y fama en la sociedad capitalista. Aunque a priori el Nota nos parezca un pasota, estamos ante un hombre de principios: no soporta a los Eagles y no deja el robo de su alfombra impune.
Nos volvemos a encontrar con un entrañable perdedor interpretado por Jeff Bridges, y así como al personaje de Elliott Gould, tampoco parece que les importe demasiado. Él, Don y Walter son felices jugando a los bolos y no tienen más ambiciones ¿Qué hay de malo en ello? No molestan a nadie. Simplemente son felices y dejan vivir. Pero los problemas encontrarán al Nota y lo arrastrarán a la acción por más que él lo intente evitar, fiel a su condición de "vago" como ya en la introducción lo anticipa el narrador. Nos encontramos ante un film difícil de clasificar. Al comienzo parece un western, luego una película sobre bolos y luego un relato criminal. Acaba por integrar una gran cantidad de elementos de una forma armónica y muy funcional, cosa nada fácil. Se trata de una comedia, eso está claro, pero eso no impide revindicarla como un divertidísimo film neo-noir.
Por neo-noir se entiende una forma de hacer cine renovada respecto al cine negro clásico norteamericano de la década de los 40 y 50. Esta primera etapa del cine negro estuvo influenciada por la literatura hardboiled, y podríamos ubicar su comienzo en 1941 con "El halcón maltés" de John Huston, basada en la novela homónima de Hammett. "Sed de mal (1958)" de Orson Welles se podría considerar el film que pone fin a este período fundacional. El blanco y negro, la iconografía, el detective rudo, la femme fatale. las motivaciones ambiguas, el pesimismo. Todos esos elementos que automáticamente asociamos a este género cinematográfico se fueron asentando a lo largo de esas dos décadas.
Más tarde se hicieron películas herederas de esta corriente, pero aquellos elementos que caracterizaban el cine negro ya estaban bien consolidados, por lo que se hacía cine de una forma más autoconsciente. Los nuevos cineastas trataban problemáticas contemporáneas con el estilo del noir clásico. Los códigos del noir permearon otros géneros como la ciencia ficción. Ahí están Lemmy contra Alphaville de Godard o Blade Runner de Ridley Scott. También se incorporaron elementos de humor que aportaban frescura a las películas. Se trataba la ideología, las injusticias sociales y el sexo de una forma mucho más libre y espontánea que bajo la "caza de brujas" del Macartismo. En resumen, el cine negro no quedó estancado sino que incorporó más elementos y evolucionó con el fin de apelar a la nueva coyuntura.
Es sabido que "El gran Lebowski (1998)" está fuertemente inspirada por los relatos de Chandler. El título mismo hace referencia a una de sus mejores novelas: "The Big Sleep". El argumento tiene mucho en común con las historias del escritor, con tramas a menudo muy confusas y difíciles de seguir. Hay tal cantidad de conexiones y casualidades que el lector acaba por perderse. Lo sustancial, sin embargo, o el poso que queda en el lector, son los ambientes y los personajes así como la ambición y las pasiones que los mueven. En esto hace énfasis el relato hardboiled a diferencia de la novela enigma, más limitada a la solución de un misterio y desvinculada de la sociedad en la que se desarrolla.
Y así sucede con las aventuras de "el Nota". Cuando recordamos la película nos viene a la cabeza su notísima con su ruso blanco; Walter y su obsesión con la guerra de Vietnam; la breve pero mítica aparición de Jesús Quintana con los Gipsy Kings sonando de fondo; los nihilistas y la escena del hurón en la bañera, etc. Lo del secuestro y el dinero parece una excusa demencial de Joel y Ethan Coen para presentarnos a toda esa fauna urbana.
Aunque no se ajuste al arquetipo de detective clásico, en definitiva "El gran Lebowski" trata sobre las aventuras de un tipo en Los Ángeles durante la investigación de un posible secuestro. Una investigación absurda e hilarante como pocas, todo sea dicho. En una breve escena, Lebowski recibe los halagos de un torpe detective interpretado por Jon Polito, quien le propone colaborar e intercambiar información.
La frescura y la libertad creativa que se desprenden de estas películas no se ven con frecuencia. Su ejemplo demuestra que en el cine negro también tiene cabida el humor, que no es rígido sino moldeable, y que nos puede hablar de muchas cosas. Lo mismo ocurre con la literatura. En esa versatilidad reside parte de la grandeza del género.
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