Casas de locos (Colin Barrett, 2025)

Título: Casas de locos.

Título original: Wild Houses.

Autor: Colin Barrett.

Año de publicación: 2025.

Editorial: Sajalín.

Traducción: Magdalena Palmer.


"Fue la soledad de ese año de instituto lo que casi lo enloqueció. Aislado por el desprecio colectivo del alumnado, sus días se convirtieron en un infierno silencioso y vacío de monotonía sin fricciones, sin nadie con quien hablar salvo los profesores que cada vez requerían menos su participación en clase porque incluso ellos parecían haberlo abandonado. Sus pensamientos, no solicitados ni pronunciados, fueron amontonándose febrilmente en su interior y empezaron a devorarse como ratas enjauladas. Tenía que ir siempre con su cabeza agachada porque no podía soportar el momento en que su mirada se cruzaba casualmente con la de otro chico y este la desviaba, avergonzado. Calmer había odiado a Dev, pero el odio era al menos un sentimiento, un reconocimiento. Ahora no tenía nada ni a nadie. Sentía que se volvía transparente, que su piel y órganos se convertían en cristal. Se sentía como girando en el vacío infinito del espacio exterior".


Colin Barrett nació en Canadá, pero creció en un pueblo irlandés llamado Knockmore. Todas sus historias se desarrollan en un lugar muy concreto en el oeste de Irlanda, el condado de Mayo. Allí pequeños pueblos y granjas aisladas salpican grandes extensiones de montañas y bosques como el Belleek. Aparcamientos, pubs y casas desarregladas han sido el escenario de sus dos libros de relatos: "Glanbeigh (2015)", con el que debutó como escritor, y "Morriña (2024)". Ambos libros están editados por Sajalín, con maravillosas traducciones de Celia Filippetto y Ana Crespo respectivamente.

"Casas de locos (2025)" es pues la primera novela de Barrett. En el estado español se publicó a principios de febrero, casi coincidiendo con la llegada del autor a Barcelona con motivo de su asistencia al festival BCNegra. Leyéndola me doy cuenta de que Colin Barrett se ha convertido en uno de mis escritores favoritos del momento, y con razón.

La vida de Dev Hendrick transcurre en la soledad más absoluta, aislado en una casa en medio del campo. A medida que la narración avanza nos daremos cuenta de que Dev está sumido en una profunda depresión. Después de sufrir acoso y derribo en el instituto y dejar su trabajo en la fábrica, su vida se ha convertido en una lenta sucesión de días idénticos entre sí. Nunca sale de casa y no ve a nadie. Tras la muerte de su madre, el único que le hace compañía es un perrito llamado Georgie. 

Las únicas personas a las que Dev ve de vez en cuando son los hermanos Ferdia, torpes matones de un misterioso hombre llamado Mulrooney que parece controlar el tráfico de droga local en Ballina. A cambio de dinero, los Ferdia utilizan el hogar de Dev como almacén para la droga que se disponen a vender, aprovechando que nadie nunca pasa por allí y que la casa está bastante retirada de cualquier centro urbano. Un día se presentan con un muchacho llamado Doll. Es el hermano de Cilian English, un traficante de poca monta que debe mucho dinero a Mulrooney. El plan de los Ferdia es mantener al hermano pequeño secuestrado en casa de Dev hasta que Cilian se ponga al día con el pago. La narración del secuestro y cautiverio de Doll está desprovista de épica, y pasaremos más tiempo viendo a Dev preparando desayunos, haciendo camas o poniendo lavavajillas que cualquier otra cosa. Los hermanos Ferdia, por otra parte, no parecen muy avispados y se diría que improvisan sobre la marcha.

Este lado de la historia, visto desde la desesperanzada mirada de Dev, se entreteje con otro hilo argumental que adopta la perspectiva de Nicky Hennigan. Nicky es novia de Doll y cuñada de Cillian, y sin quererlo se verá envuelta en este feo asunto. Los padres de Nicky murieron hace tiempo y desde entonces ella y su hermano viven solos. La soledad que invade la casa cuando su hermano está fuera trabajando se le hace insoportable a Nicky, y para huir de esa soledad se refugia al amparo de cualquier compañía que se le presente por más daño que le haga.

Dos personajes tremendamente melancólicos, Dev y Nicky. Dos personajes periféricos sin relación entre sí y que no intervienen en los aspectos centrales de la trama. Sin embargo, el autor irlandés nos explica la historia a través de sus ojos y de su psique, a través de sus traumas, haciéndonos tomar cierta distancia respecto a la trama principal. ¿Por qué hace esto? La respuesta es que el peso de la novela nunca descansó sobre el secuestro en sí, sino sobre un crudo y triste retrato de la juventud irlandesa, que en algunos aspectos se podría extrapolar a la juventud en su sentido más amplio e internacional.

La lectura de "Wild houses", junto con los dos libros de relatos anteriores, deja una impresión clara de lo que propone la literatura de Barrett. En ella el relato de la vida rural en los márgenes (a veces podríamos hablar de relato criminal "chapucero") se encuentra con un costumbrismo muy real y cercano, con brillantes destellos de humor. Los personajes de Barrett son, en su mayor parte, personas jóvenes para los cuales seguir con su rutina ya es toda una proeza. Jóvenes con empleos precarios sin mucha más salida que trabajar como camareros en el pub del pueblo, atendiendo en las tiendas, trabajando como personal de seguridad o pasando droga. A esto se le suma situaciones personales complicadas como la orfandad, la adicción, la ausencia de referentes o los estragos de una soledad no deseada. Los adultos o las figuras paternas siempre permanecen en un segundo plano, y a menudo no tienen las herramientas o la sensibilidad necesarias para ser un apoyo. 

En este crudo contexto, Barrett captura a la perfección las relaciones disfuncionales que irremediablemente se generan entre gente herida y, con mucha sensibilidad, encuentra y muestra al lector el amor que débilmente subsiste en ellas. Una ternura inesperada aparece de pronto y nos descoloca, rompiendo el juicio que precipitadamente habíamos construido sobre un personaje determinado. Entre tanta frialdad, inexpresividad y rudeza, ese instante de humanidad adquiere una especial belleza, y a él nos agarramos con desesperación diciéndonos que tal vez no está todo tan mal. Barrett nos muestra lo peor y lo mejor de las relaciones humanas, poniéndonos en la piel de personas imperfectas, emocionalmente torpes y brutas por las que acabamos sintiendo algo muy parecido al aprecio.

Por más que Colin Barrett escriba sobre la vida de la juventud de clase trabajadora en la Irlanda rural, hay elementos en sus libros que resuenan en un lugar más cercano. Su forma de escribir nos apela y nos invita a cuidar de la gente que tenemos cerca, buscando ese instante de ternura que surge de la rutina y de los días grises. Esos instantes están ahí e iluminan nuestro relato por momentos, sólo hay que poner un poco de atención.

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