La Banda (Julián Ibáñez, 2022)

Título: La Banda.

Autor: Julián Ibáñez.

Año de publicación: 2022.

Editorial: Cuadernos del laberinto.

"Alguien subió el volumen del televisor porque estaban hablando del atraco. Salía el interior del banco y la calle principal. Luego la calle donde Rojo había dado la eutanasia al policía y éste se la había dado a él. No decían nada de Rojo porque no merecía la pena. Sí del poli. Se había producido un silencio repentino en el bar y todo el mundo miraba al televisor. Nadie comentaba nada, ningún rostro se alteraba enfadado o contrariado. Se escuchaba la noticia en silencio porque es lo que hay que hacer, y guardarse los comentarios negativos. Un policía muerto ya no es un policía, es un tío muerto y se supone que al menos te tiene que contrariar, aunque no sabes muy bien por qué".


Mi lectura navideña de este año ha sido "La Banda (2022)" de Julián Ibáñez. Una novela corta y con ritmo, como todas las que escribe Ibáñez. Narrada en primera persona por Bellón, el personaje que abandera la última etapa de su obra, con diálogos breves y secos y un estilo narrativo depurado, ágil y despojado de florituras. El tono seco y algo irónico del escritor cántabro recuerda a los viejos maestros del hardboiled. Existe una tendencia a relacionarlo con Jim Thompson, seguramente debido a que ambos utilizan entornos rurales y áridos en sus novelas, pero su principal influencia es sin duda Chandler, ya que Julián Ibáñez lo menciona siempre que tiene ocasión.

Pero Bellón no es un detective privado, ni un policía. Se encuentra más bien al otro lado. Es un delincuente de medio pelo, como diría Gene Kerrigan, cuya única preocupación es dar con el dinero que le permita alimentarse y dormir bajo techo un dia más. Vive al dia, por eso hace cualquier trabajo por el que le paguen. Desde cobrar deudas de una aseguradora hasta hacer vigilancias en clubes nocturnos, sin muchos reparos a la hora de robar un maletín repleto de dinero si se presenta la ocasión. Y así, entre encargo y encargo, Bellón sale adelante y el lector no puede menos que sentir algo de ternura y compasión hacia él. Porque detrás de su rostro duro e impasible, y de su actitud pendenciera de matón, se encuentra un superviviente que vive en la más absoluta soledad. Así, Ibáñez consigue que empaticemos con un tipo al que querríamos bien lejos si nos lo encontráramos por la calle.

En "La Banda", Bellón acepta un trabajo que le queda grande, algo de lo que él pronto se hace consciente. Un tal Rojo lo encuentra en el Menta y Canela, bar de referencia de Bellón, y le propone tomar parte en un asunto. Se trata de un atraco a un banco de Getafe que, avanzo, no saldrá bien, porque en el mundo de Bellón nunca sale nada bien. Debía de ser Navidad, ya que los motes que utilizan los tres asaltantes son los de los tres reyes magos. Bellón es Baltasar, Rojo es Gaspar y el jefe de la operación, Roldán, es Melchor. Incluso usan las máscaras correspondientes. El atraco, aún con muertos de por medio, se lleva a cabo. Pero sorpresa: ninguno de los reyes magos se llevará el dinero. A veces hay policías con más picardía de lo que cabría esperar. Sin embargo, Bellón ha arriesgado demasiado como para olvidarse de los dos millones y, por si fuera poco, aparece en escena una cuarta persona que reclama una parte para sí. ¿Cómo saldrá Bellón de esta?. 

Julián Ibáñez en el festival Getafe Negro.

La acción transcurre en Getafe, Leganés, Móstoles y otros municipios de las afueras de Madrid. El uso de estas localidades es algo recurrente si observamos en conjunto la obra del autor, quien nos tiene acostumbrados a los ambientes castizos propios de los pueblos de Castilla y la Comunidad de Madrid. Son lugares que Julián Ibáñez, pese a haber nacido en Santander, conoce bien, y se sirve de ellos para dotar a sus novelas de una ambientación muy propia de nuestro país y un costumbrismo muy reconocible. Las historias transcurren en lugares áridos: carreteras, descampados, clubs y baretos cuya clientela la forman hombres rudos. Hombres que en el alcohol encuentran una tregua a una vida dedicada al trabajo. Cuando Julián Ibáñez describe un garito y a su parroquia, a todos nos viene a la mente algún bar en el que hayamos estado. Los personajes femeninos son tan duros y ambiciosos como los masculinos, despojados del tono naïf e inocente que cabría esperar en una novela hardboiled de corte clásico.

En el mundo literario de Ibáñez reina el individualismo y el egoísmo. Nadie mueve un dedo por nadie, a menos que obtenga algo a cambio. En este contexto, las relaciones humanas son sistemáticamente instrumentalizadas y esto genera en el lector una profunda sensación de desamparo y soledad que no remite hasta terminar la novela, pues ni siquiera la policía escapa de esta lógica. Tal vez ahí se encuentre el motivo por el cual el lector se siente invitado a confraternizar con Bellón. Esta empatía que sentimos hacia el personaje no es debida a que él sea víctima de su entorno, o a que sea un referente moral. Más bien encuentra su causa en el hecho de que el lector pronto se da cuenta de que el mundo que rodea a Bellón no es mejor que él.

Otro aspecto que cabe destacar en la novela son los diálogos. Requiere un gran talento generar una tensión tan real y palpable en los diálogos con las palabras justas. Cada frase se siente como un directo a la mandíbula, corto y cargado de peligro. Por otro lado está el argot callejero que emplea Bellón en su narración, lo cual aporta dureza y verosimilitud a lo que se relata. A modo de ejemplo, en boca de Bellón no escucharemos las palabras coche, pistola o novia. En su lugar empleará términos como buga, cacharra o parienta.

Ibáñez trabajó en la sala de montaje de "Campanadas a medianoche (1965)", de Orson Welles.

La vida de Julián Ibáñez da para otra novela. Ha viajado por medio mundo trabajando de lavaplatos, pintor, descargador de camiones o de camarero. Estudió guion en la Escuela Oficial de Cine de Madrid y trabajó durante un tiempo escribiendo guiones cinematográficos. El tipo trabajó en la sala de montaje de "Campanadas a medianoche (1965)", nada menos que con Orson Welles. Este film, aunque basándose en las obras de Shakespeare, tuvo producción española. Resulta curioso que se utilizaran ciudades como Madrid, Ávila o el Castillo de Cardona para representar Inglaterra pero así fue. Se inspira en "Enrique IV", la obra de teatro de Shakespeare, y trata de la relación del hijo de Enrique IV con Sir John Falstaff (personaje encarnado por el mismo Orson Welles). 

Julián Ibáñez es lo que se denomina un autor de culto: una figura muy respetada entre los escritores a los que ha influido y con una comunidad de lectores pequeña pero muy fiel. Nunca ha llegado a un público masivo y ha pasado más desapercibido que otros autores de su generación, pero quien por A o por B decida hacerse con uno de sus libros disfrutará de un ejercicio de buena literatura. Cada novela de Ibáñez está llena de ritmo, estilo y mucha mala leche.

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