Título: Un extraño en mi tumba.Autora: Margaret Millar.
Año de publicación: 1960.
Traducción: Ramón Hervás.
Editorial: RBA.
"Necesitaba suerte. Fielding creía en la suerte de la misma forma que algunos hombres creen en Dios, en la patria, en su madre. Todos sus éxitos los atribuía a su suerte, todos los fracasos a su infortunio. Cada día restregaba la patita de conejo que llevaba colgada de la cadena del reloj, esperando siempre un milagro del frágil y cuarteado pedazo de piel y huesos, pero sin quejarse si el milagro no se producía. Era esa clase de fatalismo lo que asombraba a su segunda mujer y lo que tanto había irritado a su primera esposa. Ahora, por ejemplo, sabía que estaba invitándose al desastre con la misma seguridad que sabía que se estaba emborrachando. Aceptaba ambas cosas con naturalidad, pues sabía que no podía ejercer ningún control sobre ellas. Pasara lo que pasara, fuera cual fuera la jugada que mostraran los dados, todo sería cuestión de suerte o de falta de suerte. Su sentido de la responsabilidad no era más agudo que el de la pata de conejo colgada de su reloj".
La capacidad de generar estados de ánimo a través de la narración y la profundidad psicológica que Millar imprime a sus personajes es algo inusual. La autora de Ontario, pese a ser todo un clásico a la altura de Ross Macdonald o Highsmith, está hoy descatalogada de las grandes librerías. No hay lugar para ella en sus estanterías, repletas de thrillers trepidantes y best sellers insustanciales que dejan al lector igual que cuando los empezó. Con un poco de suerte, se puede encontrar algún libro suyo, editado por RBA, en librerías de segunda mano.
El argumento de "Un extraño en mi tumba" es a priori algo extravagante. Una muchacha llamada Daisy Fielding Harker tiene un sueño recurrente. En él, ella pasea con su perro por la playa y éste la guía hasta el cementerio del pueblo, ubicado en un acantilado. Allí el perro, de nombre prince, ladra y ladra frente a una tumba bajo una higuera. Cuando Daisy se acerca a la tumba encuentra su propio nombre grabado en la lápida. La fecha de su fallecimiento corresponde a un día muy concreto de diciembre de cinco años atrás. Este extraño sueño perturba a Daisy hasta el punto de obsesionarse con el día de su muerte y con esa misteriosa lápida, por lo que decide intentar averiguar qué ocurrió ese día. Su marido y su madre tratan de disuadirla, pero Daisy es obstinada. De forma casual, conoce a un detective privado llamado Pinata, quien la ayuda en su investigación. Las pesquisas desvelarán un secreto familiar extremadamente dramático y doloroso para Daisy.
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Las novelas de Margaret Millar transcurren en Santa Bárbara, bajo el nombre ficticio de San Felice. |
La presencia de lo onírico en una novela negra suele ser algo problemático, porque a menudo el lector espera la resolución de un misterio por medio de una investigación basada en hechos y pruebas empíricas. En este sentido, guiarse por un sueño puede ser interpretado como una trampa de la que la autora se sirve para hacer avanzar la trama de forma un tanto forzada. No es el caso de Millar, quien utiliza el sueño como un catalizador.
El sueño de Daisy es un aviso de su subconsciente, el cual le advierte de que hay una herida abierta en su vida. Una herida a la que tiene que hacer frente, pero de la que no es plenamente consciente, ya que la gente de su alrededor se ha esforzado en ocultársela. Y cuando Daisy empieza a indagar a partir de la escasa información que le aporta el sueño (el aspecto de la lápida y la fecha de su propia muerte simbólica), las piezas se mueven a su alrededor. Las personas de su entorno toman nuevas posiciones y el lector entonces tiene la certeza de que algo ocurre realmente. Y es que tras la apariencia de feliz familia pequeñoburguesa, con casa en un cañón de San Felice (Santa Bárbara en realidad, donde Millar vivió durante muchos años y donde finalmente falleció en 1994), se esconde una triste historia de amor atravesada por el racismo, la vergüenza y la miseria.
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Margaret Millar se llamaba en realidad Margaret Ellis Sturm. |
La prosa de Margaret Millar tiene un estilo muy particular, caracterizado por su elegancia y agilidad. Tiene un gran talento para evocar imágenes en el lector, y transmitir estados de ánimo a través de la descripción de ambientes y lugares. Sus personajes también se podrían caracterizar como "particulares", pero la forma en la que Millar los desarrolla y les hace avanzar en la trama hace que sean completamente verosímiles y reales para quien los lee. A través de detalles que nos aporta la autora y de verlos reaccionar ante ciertas situaciones, van ganando entidad dentro de la historia. El aspecto psicológico tiene un peso específico en la obra de Millar, esto hace que las investigaciones que tienen lugar en sus libros sean más introspectivas.
La búsqueda de la propia identidad es central. Daisy, para sentirse completa, necesita saber qué ocurrió ese día de diciembre. Pinata comparte ese mismo problema en cierta medida, ya que no sabe quiénes son sus padres, pero él sabe perfectamente quién es o quién quiere ser. De ahí que se esfuerce en ser un buen padre para su hijo Johnny y que sea el único que ayude a Daisy en su búsqueda. "No sé de donde vengo, pero sé perfectamente quién soy" dice en un diálogo.
Lo anterior no implica que la novela sea pura abstracción psicológica. En absoluto. Millar es tremendamente realista cuando tiene que referirse a las condiciones de vida de los braceros y mineros que trabajan en la costa californiana, una parte considerable de los cuales son de origen mexicano. No le asusta señalar la sordidez inherente a la sociedad de clases estadounidense y, al igual que su marido Ross Macdonald, refleja la miseria moral de una pequeña burguesía decadente, obsesionada en mostrarse decente de puertas para afuera.
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El matrimonio Millar con su hija Linda. |
Otro tema recurrente en la novela son las relaciones paternofiliales disfuncionales. Ninguna de las relaciones entre madre e hija que aparecen en el libro son sanas, y algunas son verdaderamente dañinas. Al problematizar de esta forma la maternidad, Millar parece introducir elementos personales en su obra. Margaret nunca se sintió cómoda con el rol de género asignado. No llevaba bien eso de permanecer en casa y cuidar a su hija mientras su marido Kenneth pasaba el día fuera ejerciendo de profesor. Años más tarde, la relación de Margaret y Kenneth con Linda, la hija del matrimonio, fue muy difícil. Linda murió joven, en 1970, y Millar dejó de escribir durante varios años. Esta relación problemática con la maternidad irremediablemente permea la obra de la autora.
"Un extraño en mi tumba" es cinco años posterior a "La bestia se acerca (1955)". Siendo esta la novela más exitosa y conocida de Margaret Millar, sobretodo teniendo en cuenta que ganó el Premio Edgar en 1956, compitiendo nada menos que con "El talento de Mr. Ripley (1955)" de Patricia Highsmith.
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