Autores: Maj Sjowall & Per Wahlöö.
Año de publicación: 1967.
Editorial: RBA.
Traducción: Martin Lexell y Manuel Abella.
"Las horas transcurrían lenta y pesadamente. La maquinaria policial continuaba dando vueltas."
Aquí no encontrarán detectives brillantes y autosuficientes, cuyo propio olfato les basta para resolver un caso. No hay lugar para el individualismo de Philip Marlowe o de Lew Archer. Nos adentramos en el police procedural o novela procedimental, seguramente el subgénero que refleja con mayor fidelidad la realidad del trabajo policial. La maquinaria aquí es lo importante. La narración del trabajo rutinario y tedioso que se desarrolla en el día a día de la institución policial, lleno de interrogatorios, trámites burocráticos y líneas de investigación estériles que acaban por no dar ningún fruto. Hasta que el simple azar o ese trabajo tedioso y repetitivo arroja luz sobre un nuevo indicio. Es entonces cuando se da con algo que insufla nuevas esperanzas a los investigadores y al propio lector, que vuelve a ver posible la resolución del caso.
"El hombre del balcón" fue publicada en 1967 y es la tercera novela de la serie protagonizada por Martin Beck. Escrita por Sjöwall y Wahlöö, la pareja de periodistas (de nombre impronunciable para la mayor parte de los mortales hispanohablantes) que son considerados, con razón, padres fundadores de la novela negra nórdica. No sé con certeza por qué precisamente he escogido este libro de entre los diez títulos que componen la serie, creo que es porque fue el primero que leí y desde el principio sentí una gran estima hacia él. Desde entonces no puede faltar en mi biblioteca allá donde vaya.
Nada más empezar la novela, se nos presenta al anónimo e inquietante hombre del balcón al que se hace referencia en el título. Algo en su conducta inquieta al lector y anticipa de forma sutil los terribles hechos que van a ocurrir. Sin embargo, a priori parece que la historia va a ir por otro lado, ya que la policía centra sus esfuerzos en dar caza a un atracador. Pronto descubriremos que el atracador será el menor de sus problemas y, de hecho, resultará ser un testimonio fundamental junto con un niño para dar con el gran enemigo público, que resulta ser un asesino de niñas. En la subtrama del atracador ejerce una clara influencia "El atracador de mujeres" escrita en 1956 por Ed McBain, maestro indiscutible del procedimental que fue una importante referencia para Sjöwall y Wahlöö, quienes tradujeron varios de sus libros al sueco. No obstante, las novelas de los suecos están profundamente enraizadas en su territorio. Cada novela constituye en sí misma una crítica dura y seria a la sociedad sueca, poniendo en entredicho el llamado "estado de bienestar" que tanta fascinación causaba en el sur de Europa. Los autores, de firme ideología marxista, no se cortan en mostrar al lector el lado más sórdido de la sociedad sueca a la vez que narran los hechos. ¿Qué me dicen si no de la joven que intenta vender unas fotos con desnudos por unas monedas a Martin Beck en la estación de trenes? ¿Qué de la manera en la que describen las inútiles redadas, cuyo objetivo parece ser satisfacer a la opinión pública más que encontrar al asesino de niñas?
"Pasaron las horas y la operación siguió con la misma intensidad. Un ladrón fue detenido in fraganti, como también un estraperlista, que no tuvo instinto de supervivencia suficiente para ponerse a salvo. En realidad, lo único que se consiguió fue remover un poco el fango más profundo, el que compartían los sin techo, los alcohólicos, los drogadictos, los absolutamente desesperados, todos aquellos que carecían incluso de fuerza para alejarse a rastras cuando la sociedad del bienestar se decidía a hacer correr la losa. Apareció una colegiala de catorce años desnuda en un desván."
Hablemos un poco de los protagonistas. Martin Beck es un policía desprovisto de todo romanticismo. Es muy intuitivo y trabajador, pero algo me dice que esto último se debe en parte a no querer pasar tiempo en casa, ya que su matrimonio hace aguas por todos lados. No deja de ser educado y amable, pero su apatía y su falta de humor siempre me han hecho sospechar que está deprimido. No se cuida, fuma mucho y bebe café. A su vez, se rodea de un elenco tremendamente original al cual es imposible no cogerle aprecio. Ahí están Lennart Kollberg (pacifista empedernido que se niega a llevar armas pero él en sí mismo es una arma blanca), Fredrik Melander (cuya memoria es totalmente prodigiosa y siempre que preguntan por él se encuentra en el baño), Gunvald Larsson (un gigante temperamental e impulsivo) y Einar Röhn (le falta sangre y siempre anda acatarrado, con la nariz roja). Cabe mencionar también a Kristiansson y Kvant, una pareja de policías (por lo general bastante torpes y vulgares) cuyos diálogos recuerdan a un dúo de cómicos de stand-up tipo Faemino y Cansado. En esta historia concreta debemos agradecerles la captura del asesino, aunque haya sido cosa del azar.
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