Título: Kentucky Seco.
Autor: Chris Offutt.
Año de publicación: 1992.
Editorial: Sajalín.
Traducción: Javier Lucini.
Offutt es uno de esos autores que una vez leídos dejan poso. Durante los días siguientes a leer este libro todavía me sentía en los cerros de Kentucky. Su prosa sencilla, con frases cortas y secas, transmiten la dureza de la tierra y la gente de la que nos habla. Una tierra que tiene sus propios códigos, no necesariamente alineados con la ley, y donde una riña a priori inofensiva puede fácilmente escalar al uso de las armas (estoy pensando en Ahumadero, el sexto relato del libro). Offutt es ya uno de los nombres imprescindibles cuando se habla de country noir.
Kentucky seco es la obra con la que Offutt debutó en el 92. Sajalín Editores la editó en 2019 y dio la oportunidad a los lectores del estado español de disfrutar de estas duras historias ambientadas en los Apalaches. Otro día tendremos que hablar de la valentía y la buena mano que tiene Sajalín a la hora de seleccionar y traducir a grandes autores de la novela criminal del ámbito internacional poco conocidos, y de lo agradecidos que estamos de su atrevimiento.
Volviendo a Kentucky Seco, el libro se compone de 9 relatos y un epílogo del autor. En sus páginas acompañaremos a personajes corrientes desprovistos de glamour: gente de clase trabajadora a la que le gusta echar una partida al billar o al póquer por la noche, cazadores, pequeños delincuentes o simplemente jóvenes con la intención de estudiar. Dichos personajes son claramente imperfectos y no nos gustaría cruzarnos en el camino de más de uno de ellos, pero tienen un sentido del deber admirablemente sólido y el bueno de Offutt les dota de una humanidad que conmueve. Es evidente que el autor quiere a sus personajes y eso se transmite al lector, llegando en ocasiones a ver destellos de heroísmo en esta gente corriente y testaruda que no duda en arriesgar su vida o su salud para satisfacer su código de honor.
Siento que Offutt es heredero de esa escuela de novela negra canónica, de autores que priorizaban el lugar y el tiempo sobre la trama concreta. Sus historias son anécdotas que, a la vez que se narran, nos van hablando de desempleo, de futuros inciertos, de una tierra que antaño fue productiva y que hoy sufre las consecuencias del desmantelamiento minero. Todos estos elementos están latentes en cada historia que nos relata aunque no se hable de ellos directamente. Se nos habla de injusticias y de cómo una clase propietaria minera se lucró con el extractivismo y, cuando las minas se agotaron, se fueron a buscar carbón a otra parte dejando a la gente autóctona en desempleo y desposeídos de toda riqueza que su tierra tuvo.
Me gustaría añadir que en estas historias hay violencia. Una violencia que está latente y en ocasiones estalla, a veces entre seres humanos y en otras ocasiones entre personas y animales. Es la violencia intrínseca de los cerros de la que nadie puede huir y, de hecho, nadie se plantea la posibilidad de eludirla. Si alguien ofende a tu familia, le enseñas a no hacerlo. Si un oso acaba con la vida de tu hijo, tú acabas con la vida del oso. Nadie avisa al sheriff ni a las autoridades. Es la ley de los cerros y no se cuestiona en ningún momento.
Offutt es también conocido por su autobiografía Mi padre el pornógrafo, que no he leído aún pero de la que tengo muy buenas referencias, y tiene muchos más libros editados en Sajalín como Noche cerrada o su otro libro de relatos Lejos del bosque. Yo ya me he hecho con la serie completa de Mick Hardin sabiendo que no quedará sin leer.
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