Autor: Gene Kerrigan.
Año de publicación: 2011.
Editorial: Sajalín.
Traducción: Damià Alou.
"El MacClenaghan iba a ser el primero de una serie de cuatro bloques de apartamentos, pero no se había completado ninguno más. Las vallas publicitarias que rodeaban el solar de los otros bloques estaban rotas y medio derruidas, y los cimientos a medio acabar. Los pisos del edificio MacClenaghan venían amueblados, y con unas instalaciones estándar de baja calidad. Estaban pensados para trabajadores impacientes por subirse al tren de la propiedad inmobiliaria, a los que no les quedaba gran cosa después de pagar la hipoteca. Entonces, justo cuando levantaron el MacClenaghan, el tren descarriló."
¿Cómo recuperarse después de leer una novela como "La furia"? Sajalín Editores y su colección "al margen" reúne títulos tan impactantes como conmovedores, cargados de un realismo que no hace concesiones, y que una vez leídos no dejan a nadie indiferente.
Una vez más me he dejado impactar por otra de sus ediciones. "La furia" es una brutalidad de novela. Se trata del primer libro que leo de Gene Kerrigan pese a ser la última novela del autor traducida al castellano. Kerrigan es escritor y periodista, nacido en Dublín, y sus años de periodismo nutren las páginas de su novela. En esta ocasión la historia transcurre en su ciudad natal después del estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera de 2008. El libro está sembrado de pasajes que ilustran la situación en la que quedó su ciudad tras el estallido de la burbuja. En el estado español fue una situación que también sufrimos y aún seguimos sufriendo y, cómo no, esto también se reflejó en la literatura. Ahí está "Bares nocturnos" de Juan Madrid, novela de 2009, donde el personaje principal aceptar participar en un robo de diamantes para mantener a flote el bar de su madre.
La novela se estructura en cuatro partes y está compuesta de tres historias paralelas que, si bien no terminan confluyendo de una forma redonda o previsible, sí se cruzan e interrelacionan entre ellas. Una de esas líneas trata de Vincent Naylor, un pequeño delincuente al que conocemos cuando sale de la cárcel por agredir a otro chico. Decide ser racional y no arriesgarse más por tonterías. Junto con su hermano mayor Noel, planeará y ejecutará un golpe a una empresa de transporte de dinero llamada Protectica. Noel Naylor es abatido por la policía mientras trataba de entregarse, debido a una imprudencia que comete Kevin Broe, uno de sus socios. A partir de este momento la racionalidad en Vincent se verá desplazada por las ansias de venganza y se producirá una espiral de violencia hacia todos aquellos que tuvieron algo que ver con la muerte de su hermano. Kerrigan no romantiza la vida delincuencial al lector, seremos espectadores de las barbaridades que Vincent Naylor y su banda cometen, pero aún así consigue que una parte de nosotros empatice con Vincent y no le desee un mal que termina por llegar. Esto es algo admirable que sólo un buen escritor podría conseguir.
La segunda línea narrativa corresponde a Bob Tidey. Un policía tranquilo, honesto y trabajador. Tidey no se busca problemas innecesarios pero está profundamente comprometido con su oficio, lo que tal vez lo llevó al divorcio con la madre de sus dos hijos, a la que aún ve ocasionalmente. A diferencia de muchos de sus compañeros, exceptuando su compañera Rose Cheney, para Tidey lo más importante es el hallazgo de la verdad. Para él eso está por encima de las molestias que pueda ocasionar tal hallazgo o a quienes pueda molestar. No se engañen, Tidey tampoco es un idealista. Más bien es un hombre escéptico pero con una idea muy clara de cuál es su trabajo y un sentido del deber muy sólido. Creo que el siguiente párrafo sintetiza muy bien lo dicho:
"La incesante recurrencia del delito ni siquiera le hartaba, aunque hacía tiempo que había abandonado la ilusión de contribuir a que el mundo fuera un lugar mejor. Lo que importaba era el esfuerzo. Aceptar la desesperanza con resignación, no luchar, equivalía a una vida carente de sentido".
Por último conoceremos a Maura Coady, una anciana monja implicada en los numerosos casos de maltrato infantil que durante años se vivieron en las casas de acogida en Irlanda. Estos abusos, físicos y sexuales, fueron una práctica usual de la iglesia católica durante las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX. Maude formó parte de eso y ahora trata de convivir con su culpa. En sus conversaciones con Bob será honesta acerca de lo que hizo, no trata de suavizar ni de justificar sus actos. A través de la ventana de su casa verá algo sospechoso que pondrá a la policía sobre la pista de algo grande. En varios momentos Maura reflexiona sobre el perdón y la redención en relación a las cosas horribles que hizo.
Además de la espiral de violencia y su trama trepidante, la novela tiene diálogos realmente brillantes que hacen pensar al lector. Plantea debates y reflexiones en relación a la sociedad irlandesa, pero fácilmente extrapolables a otras sociedades. Estoy pensando en la interesantísima conversación que Bob Tidey mantiene con James Snead, el padre de una de las víctimas cuyo asesinato él investigó sin éxito y con el que desarrolló una amistad, acerca del papel de la policía como represora del movimiento obrero:
"-Y los vuestros...Cuando sacaban las porras o entrelazaban los brazos y nos atacaban como un tanque. Muchos de esos cabrones se lo tomaban con gran entusiasmo.
-Allí donde hay uniformes encontrarás matasietes, gente a la que le pone dar órdenes a berridos. Pero en la policía hay gente de todo tipo.
-No lo dudo, pero en aquella época parecía que siempre me tropezaba con un matasiete."
Curiosamente, los crímenes que la policía investiga en esta novela no llegan a resolverse. Se les da carpetazo, sí, pero no se resuelven. Eso supone romper una de las reglas inquebrantables de la novela negra clásica. ¿Cómo es eso posible? El lector tiene sospechas de lo que ha podido ocurrir tras seguir el curso de la investigación de Bob Tidey, pero sin embargo vemos con frustración como el caso se cierra en sus narices sin haberse resuelto. Creo que Kerrigan con ello hace un inteligentísimo acto de denuncia social.
"La furia" fue ganadora del Premio Gold Dagger 2012 a la mejor novela criminal.
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